5 oct 2006

La ingenuidad de un niño... (I)



...es mentira. La ingenuidad de los actos de un niño se puede poner en entredicho, y la diferencia entre una travesura infantil y el terrorismo puro y duro es muy sutil: apenas les separa unos cuantos años. No quiero entrar en ningún debate sobre psicología infantil, nada más lejos; sólo quería una excusa para recordar las grandes travesuras, putadas con todas las de la ley, que gastábamos de pequeños por La Pendola. Oh, la ternura de un niño... ¡y una mierrrrrda!

Las porterías del Estadio Los Naranjos, feudo inexpugnable de la Unión Deportiva Conténur, empezaban a desgastarse. Tantos meses a la intemperie y sometidos a la mala puntería de nuestros delanteros pasaban factura a aquellos roñosos puntales que hacían las veces de postes. Uno de esos sábados de la inestable primavera andaluza, lepera y pendolera, el choque fortuito entre la defensa del equipo "B" y a delantera del "A" dio como resultado un barullo cerca de los postes que culminó con una montonera -nos gustaba el toque, el estilismo y la gambeta como se aprecia- de la que salió mal parado el poste derecho de mi habitual portería -era el mejor portero que había dado la cantera de la U.D. Conténur hasta la fecha, y a finales de ese mismo año ascendí al primer equipo- que se rompió en 3 ó 4 pedazos.

Nuestras caras eran un poema, claro. Se rompían nuestros sueños de un estadio con todos sus avíos, o como se diría ahora, con todas sus infraestructuras. De la reunión de aquella tarde salió por boca de uno de nosotros robar, sí, robar, mangar, chorizar, las porterías del equipo de la Estación; el que sugirió tal idea es ahora policía, así que no digo nada más. Esa misma noche se llevó a cabo el plan de acción, que no era otro que arrancar los 4 puntales que había clavados en el feudo del equipo de la Estación, junto a ésta, de dónde si no iba a venir el nombre, y pintarlos de blanco no tanto para darles lustre como para evitar que se dieran cuenta de que fuimos nosotros.

Lo peor del caso es que al mes no se nos ocurrió mejor idea que "pedir partido" -¿os acordáis de esa expresión, cuando retábamos a otro equipo?- a la Estación. Casi nos habíamos olvidado de aquello cuando empezó el encuentro de la máxima rivalidad, pues la Estación era el rival más cercano, amén de un conjunto temible, cuyos integrantes eran un poco, sólo un poco, mayores que nosotros. De repente, desde mi portería, observé que el portero contrario ponía una cara rara y no hacía nada más que mirar esos palos que debía defender. Se ve que les tenía tomada la medida, porque se dio la vuelta, dio un pequeño salto, comprobó la altura de los puntales y acto seguido se volvió, gritando a sus compañeros: "¡Éstos son nuestros palos!". Repitió esa frase unas cuantas veces, hasta que el partido se paró y todos, al mismo tiempo, ellos y nosotros, caímos en la cuenta. Sin mediar palabra, cuatro de nosotros, corrimos a arrancar los palos y a llevárnoslos al "refugio", que no era otro que un camión abandonado junto al campo del Escopetón.

Los chicos de la Estación corrieron como locos a recuperar su propia portería y el Estadio Los Naranjos quedó vacío en apenas un minuto. Aquel affaire se solucionó poco después con la devolución de los palos a sus legítimos propietarios, porque ya el padre de Jose nos había conseguido puntales nuevos, con lo que no teníamos por qué seguir prolongando aquel latrocinio.

Todo quedó en un partido amistoso en campo contrario, donde no jugué porque todavía no podía jugar los encuentros fuera de casa, demasiado tensos para un niño de mi edad.


Esto es sólo una muestra. No se vayan a ir muy lejos que aún hay más. Aquí, en mi barrio. En La Pendola.

Gilgamesh goalkeeper

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Recuerdo, ese hecho, ya que jugaba con la estacion. Aunque por la noche cambiaba de equipo y jugaba con los compis de la banda en el colegio. Que tiempos...

gilgamesh dijo...

sabía que alguien lo iba a descubrir... jaajajajaja. Perdón con retraso por el robo, pero ej que... bueno que eso.

Chito dijo...

Las historias de la pendola son acojonantes... La verdad... Felicito al autor por seguir esa linea. Fijo que hay mil anécdotas pendoleras más que contar. Un saludo a los robantes (no diré ladrones) y a los robados...
Que razón tiene el que dijo aquello de que el futbol mueve montañas...bueno...montañas no se...pero travesaños y postes....seguro
Larga vida a Dario Silva...

Chito