Hora es, por fin, de que devuelva un pequeño trozo de lo que me donó hace un tiempo. El resto es imposible, deglutido como está por mis entrañas, que lo ha digerido y convertido en un mundo, en pleno primer mundo y con la apariencia de un tercero, y un racimo de gente compartiendo vidas, vivencias, víveres y visiones de un tiempo que, de absurdo, cualquiera diría, incluso yo, por decreto de mi mente, fue mejor.
En verdad es tiempo de hablar desde La Pendola. Una vez la miré a través de un trozo de asfalto, desde la puerta abierta de mi imaginación de antiguo adolescente, antiguo niño, antiguo ya demasiadas cosas, iniciáticas, reflejadas ahora por los espejos cóncavos de la calle imaginaria, que comparte un público invisible, quizá tú, improbable lector, que asistes a viajes por profundidades abismales a ras de tierra.
Desde La Pendola, la mía, desde más allá que ahora habito, van estas palabras de homenaje a mi barrio.
Plegaria del caminante descalzo, dirigida de esta forma a quien quiera entender (pues que entienda)
Pensar de manera diferente a como piensan los que creen que piensan de manera diferente es quizá lo más parecido a caminar con la mente descalza a lo largo de una carretera recién asfaltada al sol de un mediodía de julio: sencillamente te quemas más pronto que tarde. Mientras los que creen que piensan de manera diferente caminan por esa carretera con unas cómodas chanclas de una suela muy gruesa, tú te estás quemando sin más, descalzo, mientras soportas tener que recibir lecciones sobre la oportunidad de caminar protegidos por 4 ó 5 centímetros de suela.
Bajo el amparo de dar por hecho que no dan por hecho lo que dan por hecho, estos caminantes de una inexistente jungla de asfalto juegan durante breve tiempo a caminantes de cunetas y desvíos provisionales, de veredas floridas y de caminos rurales, al tiempo que parece que creen olvidarse de que existe una carretera de asfalto que apenas está empezada y de que hay que continuar un trabajo que otros hicieron de muchas maneras distintas, con o sin zapatos.
Juegan, calzados, sin más, a jugar a que juegan, creyendo que nos saben hacer llegar su juego. No, no nos lo hacen llegar; no, no queremos jugar con el camino todavía por hacer. No, jugadores-caminantes, calzados, descalzos, sangre nueva, cristiano viejo; no, artistas del hambre, opulentos de gloria, zapateros remendones, pintores de la negación de una negación, que algún día negaron otros y que ahora son santos canonizados por una oficial corriente alternativa de caminos asfaltados, no. No. Os equivocáis, pienso, creo, dudo, no dogma ni de fe ni de acto u omisión. No me toméis en serio, no me escuchéis, no me sigáis. No, os equivocáis sin seguirme, sin verme, no. Sin tocarme o conocerme cómo me decís que estoy equivocado, cómo, (introduzca una línea, métase en sus asuntos), cómo os digo que os equivocáis cuando es lógico que os equivocáis porque la refutación de lo irrefutable existe en la construcción de un chalet, o dos, o una urbanización a la vera de el camino, carretera negada de asfalto, del camping para la alternativa a la negación (trasmigración de pareceres) de la negación primera, esfuerzo de tantos y tan pocos, charlatanes, no, charlatanes de feria, de pipa y olvido, de elucubraciones negativas de apenas unos conceptos que permanecen, caso de alcoholismo y drogadicción, perdido en unos bosque que, necesariamente, hay que talar, porque el camino no es el camino de la negación de mis pareceres metempsicoseados de mí mismo, o de los tuyos, caminante de mentiras y suelas gordas.
Para qué seguir caminos equivocados de negación de la negación, me pregunto, me preguntan, caminante, me preguntas, te pregunto, nos preguntamos de forma solemne incurriendo en pecado de redundancia, sorteando de manera equivocada la imperfección de lo preciso, de lo fatal de un camino, de lo caminado fatalmente, talmente como si fuera una cosa fatal fatal y caminada.
No. No neguemos todos, caminantes y no caminante, jugadores y no jugadores, que no somos todos, la negación de un instante de congelación del calor que siento cuando piso descalzo el camino de mitad de estío canicular caluroso de mediodía, no.
Por fortuna, desgracia, muerte, destrucción o fobia irredenta, lo descalzo de mis pies trasmigrados a mi mente-pensamiento-obra-palabra-omisiones-olvidos-penas-alegrías-bromas-enfados están protegidos de la negación del bien o del mal de las más absoluta y relativizante forma porque dijo un no poeta que no era de sueños ni de vigilias, que la vida pasa felizmente si hay amor. Copyrigth que ya buscaré, no te impacientes, hortera de la corbata de la barriga quizá antiguo no caminante o jugador empedernido de juegos de la negación. Y yo, amigo caminante que me desprecias desde la atalaya de tus gruesas suelas, no tengo nada más que decirte. Buena suerte, que quizás exista, y a caminar jugando o a jugar caminando o a negar negando.
Como dice la canción, así, refrita del título de un Mago que es del Oz gallego, y como dice el título de esta plegaria, que el que quiera entender, que entienda; el que no, que acuda a sus particulares dioses y gurús expertos en negaciones al cuadrado o al cubo de una fregona deshilachada, verdemohosa y limpiadora de aguas estancadas en circuito cerrado de mentes circulares de amplitud de miras pretendidamente enorme pero miopes al cabo de los tiempos inmemoriales, que pasan, vaya si pasan por la memoria que ya no queda, convertida en producto de limpieza de circuitos cerrados de aguas estancadas de mentes circulares de amplitud de miras pretendidamente enormes pero miopes al cabo de los tiempos inmemoriales, que pasan, pasan, pasan, pasan vayan si pasan, negación tras negación.
Oh, cantando la cólera de Aquiles o de aquél otro Joseph K. de mente de don José en un país sin nombres donde están todos los nombres, incluidos los Estébanes de reciente influjo notorio negado, oh, oh, oh.
Cantando, sí, cantando, al camino esta plegaria de ti caminante. Ebullición bajo cero trescientos, símbolo etérnico no nueve neutralizado.
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