21 dic 2006

Que no se marchitan


A veces las palabras dicen más de lo que arbitariamente representan en tanto que símbolos, son abstracción pura, pero están dotadas de un poder que las sobrepasan. El acto de comunicar, cualquiera que sea el medio donde se dé, trasciende las fronteras de lo dicho; la palabras son entonces barcos que, una vez echados a la mar, rara vez encuentran un puerto donde refugiarse, si al frente de la nave se encuentra un mal patrón que ignora lo que tiene entre manos.


Es una cuestión discutida durante mucho tiempo, y en esas que siguen los lingüistas, intentando desentrañar la maraña de una palabra detrás de otra, en el discurso oral, esos tonos, subtonos, elipsis en el escrito, metáforas, hipérboles... Palabras, y más palabras, parole, parole... Palabras que son inmarcesibles, inabarcables, dulces, que te acarician la lengua y la mente, azul, juguetean entre acentos, libélula, vagan por los siglos, albahaca, resuenan, corrompidas, bisbisean, alardean ante las miradas caleidoscópicas sobre las vías del tren, esperanza, cielo.

Palabras y más palabras, herramientas de taller en mis torpes manos, objetivo de la búsqueda de un sentido, de varios sentidos, sin sentido quizá, en pleno uso de mis facultades, o en desuso de alguna otra. Las palabras son, al cabo, las que nos dicen, nos desdicen y nos retratan. Su conocimiento, su uso, su abuso en otras ocasiones, nos definen como lo que somos, lo que nos gustaría ser, lo oculto y lo ocultado, como una suerte de juego del escondite con un dios interno y menor, escudriñador de nuestras palabras.

Sirva esta excusa como excusa para hablar de la perfección de una dama encontrada, de la encantadora belleza de una palabra que es todas las palabras, una palabra que culmina este acto inmarcesible, que no se marchita, inmarcesible, que no se marchita, inmarcesible...

Gilgamesh' word

1 comentario:

marvision dijo...

Las palabras inmortales...buen artículo.
Felices fiestas
marvision