Alegoría: San Roque-Cartaya... un derbi de furia y pasiones
Se partió la bicicleta
He aquí una pequeña muestra de lo que he encontrado en internet hecho por gente de Lepe. El mini-relato es autoría de los Enlabiadores, columnistas en Lepe Urbana, que ya tienen página propia y son amiguetes de Desde La Pendola. Podéis visitar su página en http://enlabiadores.blogspot.com. Y, por supuesto, seguimos animando a participar en Lepe On Line, y todo el mundo a postear como loco. Espero que os guste.
Iba guiando la bicicleta por aquella calle de baldosas amarillas cuando apareció el "Misto-Lobo". Nunca antes se había visto por aquella calle un "Misto-Lobo" tan grande como aquel.
La madre había salido del supermercado hacía tan sólo diez segundos. Las bolsas de plástico casi no podían soportar aquellos tres quilos de mandarinas verdes, repartidas a granel sobre las latas de atún y los sobres de café instantáneo.
Pepe dejaba el "palaustre" sobre el andamio y se preparaba para desenvolver el papel de aluminio que cubría aquella merecida recompensa. La media mañana pesaba sobre sus espaldas haciéndole recordar que sus vértebras ya no eran lo que fueron.
Se partió la bicicleta.
Los llantos desconsolados del niño chirriaban por cada esquina de la ciudad, erizando el vello a todo ser vivo con capacidad auditiva.
Las bolsas de plástico se rasgaron en diagonal dividiendo en dos partes asimétricas el logotipo del supermercado.
A Pepe se le secó la boca, impidiendo que la cerveza pudiese lubricar aquella garganta seca por el polvo del cemento y el ladrillo.
Todo al mismo tiempo, en el mismo tiempo, en el que el Alcalde se reunía con el colectivo de barrenderos al que el Ayuntamiento le había comprado 15 escobas nuevas. Los periodistas cubrían la importante noticia, a pie de acera, sobre las colillas y las bolsas de gusanitos que iba a recoger el Alcalde con una de las nuevas herramientas de limpieza pública.
Las mandarinas verdes rodaban bajo los pies del niño cuando los vecinos bajaban a toda prisa las escaleras del bloque. La madre lo había presenciado todo. Pepe también lo había visto. El Alcalde barría los bajos del adoquín que perfilaba la acera.
Un espacio, cuatro personas, un mismo momento. Se partió la bicicleta. Nadie lo contó igual. Si se acercaron 400 vecinos alarmados por los llantos del niño, se contaron 825 historias distintas de lo ocurrido. Para la gente del partido contrario al Alcalde, él mismo le había pegado con la escoba al niño por la cabeza porque se metió en medio de su entidad corpórea y el objetivo embellecedor de la cámara del reportero. Para los amigos del Alcalde, el niño se había caído trescientos metros más allá de donde se desarrollaba la importante inauguración de las escobas nuevas; y el Alcalde, que era muy buena persona, le practicó allí mismo los primeros auxilios. Para la madre la culpa la tuvo Pepe, que no limpia lo que ensucia la obra; y ya estaba "jartá", desde hacía tiempo, de que el zaguán de su casa se pareciese más a un campo para la siembra de batatas que a un zaguán. Y para Pepe, sin duda, la irresponsabilidad de la madre había quedado patente al dejar solo a aquel niño con esa bicicleta que le quedaba grande para su edad y estatura.
Yo también estaba allí. Si no hubiese estado allí no les podría estar contando esta historia. No sé lo que pasó. Me había quedado mirando la presencia de aquel gran "Misto-Lobo", que raramente alguna vez se había visto en una calle como aquella.
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