22 ene 2007

Espacios abiertos, espacios cerrados



Estoy por intentarlo,
pero va a ser muy difícil plasmar lo cotidiano de un barrio que, aunque muy parecido al de entonces, ya no es igual. Me faltan algunos de sus personajes, se quebraron las medias historias y nadie es capaz de rellenar el hueco eterno de las voces que conformaban la realidad de lo maravilloso; me faltan, incluso, algunos de sus edificios, algunas de sus explanadas, algunos de sus espacios en blanco o en verde, espacios abiertos como un horizonte. Es normal, es la evolución de los tiempos, aunque la involución de las vidas, la regresión de pueblo a ciudad, la pérdida constante de humanidad, que va dejando retazos en todas las esquinas. Ya ni los regajos son regajos, lugar de juegos, aventuras o desventuras, pies que se hunden a cada paso en el barro, sueños de fútbol sobre la grava que se difuminan por el peso de una reja, o una casa donde antes había cielo y tierra.


Estoy por intentarlo, pero rescatar el tiempo se hace difícil. No fue un dulce mojado en el Cola Cao, en el café con leche de ahora; no ha sido una búsqueda ni una respuesta; ni siquiera fue el afán de haber sido y habernos sido durante las apocalípticas guerras de piedras contra piedras, de trenes parados en mitad de esa ninguna parte que dividía dos mundos complejos pero iguales. Más bien no fue eso, sino otra cosa que no alcanzo a definir pero que estoy por definir y quiero que vuelvan a la vida, aunque sea de mentira y aunque tenga algo de verdad.

Sí, estoy por intentarlo y estoy por contarlo. Desde hoy hasta marzo voy a intentarlo. Si sale bien, aquí, en este rincón con alma pendolera lo contaré. Sin mayores pretensiones de re-hacer lo hecho, con un material distinto al de los sueños que se le parece bastante.

Gilgamesh' mistery

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me pierdo en tu lenguaje, pero adivino algo que se ve venir y me gusta, ohh dios me gustaaaaaaaa

Paleán dijo...

Los primeros rayos de sol, que traspasaban las ramas de los almendros. Era invierno, estaban florecidos, cuando los insectos se confunden con las semillas que vuelan, eso fue lo que vio una niña hace mucho tiempo. Allí, sí, justo donde ahora está la Plaza del Carmen. Pero estos almendrales llegaban hasta el horizonte, desde el Este. Para llegar hasta la plaza, era necesario cruzar un naranjal que ocupaba la Lota, desde la Urba hasta de la Huerta del Vicario. Y, a medio camino, una vereda. Si mirabas desde la plaza hacia el Sureste, al final de la calle Toledo, el aire refrescante de los eucaliptos, favorecía la respiración. Todavía no había casas. Aquí te dejo, un trozo de la prehistoria de tu niñez en La Pendola.