Hay ganas ya de escribir ese libro, esa pieza documental de la historia de Lepe titulada “No hay tontos en Lepe…”. Entiéndase en tono sarcástico, enfatizando el no, repitiendo la partícula negativa si es preciso, como respondiendo a una pregunta que, en realidad, es una afirmación.
El índice de tontos en Lepe sería enorme y describir los méritos de cada uno de los homenajeados en esta obra sociológica que quizá nunca vea la luz de una lámpara sobre la mesita de noche, en esas estamos, es una tarea muy complicada, por interminable y que está en constante evolución a medida que transcurre el camino vital de cada uno de ellos –o de ellas, que también las hay.
Sin duda hay ganas, hay personal dispuesto a ello y por ello lucharemos: como dijo el sabio y fingido tejano, estamos trabajando en ellouu. Hay tontos de auténtico lujo, especimenes que se rifarían los más eminentes sociólogos –y algún que otro biólogo, no crean-, vive dios que es cierto, y ustedes, muchos de ustedes lo saben.
A medida que desaparecen los genios –descansa, Coll, descansa- proliferan por doquier los tontos, ganando la partida demográfica y social a los gilipollas, que se pasan en bandadas a ese lado de la subfrontera que existe en la frontera entre la normalidad sin complejos, la vida sencilla y compleja, digámoslo así, y esa zona ridícula que estoy apenas esbozando.
No obstante, seguimos buscando: tanto si usted es tonto –y se siente identificado y quiere la gloria eterna del tonto- como si es de los que identifican a un tonto a leguas, escriba su lista y hágala llegar a su alcalde más próximo: él ya sabrá qué hacer con ella. ¿O cómo se creen que algunos rellenan partidos políticos? ¿Y si en uno, otro o el de más p’allá los hay en puestos de los de mandar? No daré más pistas, no vaya a ser que se haga realidad. ¿O es que la vivo? No sé, estoy confundido cual Dinio en Marbella durante la noche de San Juan. En ocasiones, veo muertos.
No sé, pero tenía ganas de escribir.
Gilgamesh on the way