Recientemente he cumplido un año más de vida, una nadería. Y yo, que soy como el Noli, y como aquellas Viudas de los bisabuelos del 55, no cumplo años, cumplo carnavales. Por estas latitudes somos muchos los que echamos de menos un carnaval en condiciones y por ello estamos luchando. Son 3 las agrupaciones ensayan a estas alturas del año, preparando el febrerillo loco y añorado. Vuelve ya el tres por cuatro...
Durante mucho tiempo hemos mirado con envidia y admiración al Carnaval por excelencia, el de Cádiz. Un paseo por La Tacita la mañana del carrusel de coros es algo que no se vive en ningún otro lugar del mundo, a pesar de la "bulla" convenientemente regada por el moscatel gaditano.
Pero lo que nos tiene fascinados desde pequeños (a mí exactamente desde adolescente, porque de niño odiaba el carnaval) es el concurso de agrupaciones carnavaleras del Falla. El día de la final de este certamen de coplas es perfecto para saber distinguir al buen aficionado del advenedizo carnavalero. Hay varios rasgos para saber diferenciarlos:
El que no se calla ni a la de tres durante la retransmisión; suele ser el/la típico/a "mogollón man/woman", que aprovecha la ocasión para ingerir -una vez más- alcohol en dosis considerables.
El que se va a casa a las 2 ó 3 de la mañana -el concurso suele extenderse hasta las 7 de la madrugada o de la mañana, elijan ustedes la referencia-. Suele mezclarse este rasgo con el anterior. Este personaje se pone eufórico enseguida, pero lo acaba venciendo el etanol.
El ?entendío? que siempre raja porque las agrupaciones de ese año -el año en curso, vamos- son una mierda comparada con las del año catapún y prefiere escuchar las susodichas agrupaciones -generalmente desconocidas- en la radio de la casa, antes que la propia final en curso.
Y el que mezcla un poco los tres rasgos anteriores.
La gente de mi generación, nacidos entre el 77 y el 81, más o menos, nos iniciamos en las coplas carnavaleras del Falla bajo el incipiente "imperio" de Martínez Ares, con "Los miserables" dando la tabarra a todas horas, sobre todo, el polémico pasodoble contra el Papa, que aún hoy seguimos cantando cuando los rones y güisquis hacen estragos en nuestras mentes y vocalizaciones. Eran y son legión los seguidores de Martínez Ares, quien mantenía una lucha encarnizada con Antonio Martín, su némesis. Era y es digno de presenciar un combate dialéctico entre estos dos bandos carnavaleros.
Posteriormente, emergió de la nada Juan Carlos Aragón, que traía savia nueva al carnaval en las modalidades de comparsa y chirigota. Muchos de los seguidores de Martínez Ares, cuando éste se retiro del mundillo para probar fortuna como cantautor, se pasaron al bando "juancarlista" y ahí siguen.
Pero personalmente, yo soy más chirigotero que otra cosa. No lo puedo remediar. Tengo autores favoritos de hoy y de siempre, pero básicamente, para mí son referencia y maestros el Yuyu, con sus inolvidables "Bordes del Área"; el Selu, con "El que vale, vale" y últimamente, los hermanos Carapapa, cuyos popurrits de los últimos años me parecen verdaderamente antológicos, basados en hecho históricos reales que cualquier aficionado a la historia no se debería perder, porque encontrará una nueva visión sobre lo sucedido en el pasado: "Los pavos reales" y su repaso a los monarcas españoles desde los Reyes Católicos o "Napoleón" son una auténtica delicia humorística, y también lo es para el oído, porque, además es una de las chirigotas mejor afinadas del carnaval.
En fin, que si alguien no es carnavalero, hubiera sido mejor no llegar hasta aquí... Nos vemos en las calles por febrero.
Gilgamesh older